A primeros del mes de junio se despidió de nosotros nuestro amigo Rafael Mayo, Catedrático del área de Arquitectura y Tecnología de Computadores. Tendemos a ensalzar los buenos recuerdos de aquellas personas que ya no están, así como a ocultar sus defectos, pero en el caso de Rafa no es necesario. Todos los que hemos tenido la enorme suerte de compartir con él una parte del camino, coincidimos en que el mundo tras su partida es un lugar más triste, y deja un hueco difícil de llenar. Todos echaremos de menos a una gran persona y a un amigo impagable, pero aquellos que lo conocíamos bien, hemos perdido algo más.
Como profesor, investigador y gestor Rafa ejerció una labor ejemplar durante toda su trayectoria profesional. Fue uno de los pioneros del área de Arquitectura y Tecnología de Computadores en la Universitat Jaume I, cuando esta se creó en 1991, participando activamente en la puesta en marcha de los estudios de Informática en la universidad, en su puesto de secretario del Departamento. Afrontó los movidos años de la remodelación de planes de estudio por la adaptación al EEES, primero como vicedirector y luego como director de la Escuela de Tecnología y Ciencias Experimentales; y durante estos últimos 4 años ejerció de vicerrector de Campus y Vida Saludable. En todo este tiempo, siempre encontramos a una persona serena, con una actitud reflexiva para afrontar situaciones complejas. Rafa tenía compañeros de trabajo pero, sobre todo, amigos en el trabajo.
Pero si Rafa fue un ejemplo para todos en lo profesional, en el ámbito personal, su lucha contra la enfermedad en estos dos últimos años ha marcado una huella, un listón al cual difícilmente otros podremos acercarnos. No vamos a robar las palabras de sus tres hijos, que nos emocionaron en su despedida. Nos basta con mencionar que una familia así nos muestra a algunos dónde reside realmente el carácter inmortal de esta vida. Su legado más perdurable son esos maravillosos hijos a los que, junto con su mujer Maribel, supieron inculcar unos valores y una actitud hacia la vida que son envidiables.
Adiós Rafa, hasta siempre, más que un amigo.
