Julio Ortega, un hombre bueno y referente universitario.
Alberto Prieto.
El pasado 9 de octubre falleció en Granada Julio Ortega Lopera como consecuencia de una enfermedad tumoral. Casado con Carmen Carrillo y con dos hijos (Julio y Diego).
Julio Ortega nació hace 58 años en Higuera de Calatrava (Jaén) y era Catedrático de Arquitectura y Tecnología de Computadores de la Universidad de Granada, universidad donde se licenció, con Premio Extraordinario, en Ciencias Físicas, y se doctoró también con Premio Extraordinario. Realizó estancias como investigador invitado en la Open University (Reino Unido) y en la Universidad de Dortmund (Alemania). Sus líneas de investigación se centraban principalmente en computación paralela aplicada a problemas de predicción y optimización, y en computación evolutiva. Participó en la dirección de 27 Tesis Doctorales y realizó alrededor de 300 publicaciones en revistas y congresos nacionales e internacionales
Fue Subdirector de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Informática y de Telecomunicación de 1997 a 2002, y Director del Departamento Arquitectura y Tecnología de Computadores de 2010 a 2018.
Siempre estuvo comprometido con la Ciencia, la Universidad y la Sociedad, aportando su inteligencia, capacidad, perspicacia y perseverancia; y mostrando su aprecio a todos los que con él se relacionaban. Julio ha sido, y será en nuestra memoria, un universitario de referencia tanto como investigador como docente, y muy querido por sus estudiantes. Siempre utilizó las excelentes dotes de su inteligencia en todas las facetas de su actividad profesional (investigación, docencia y gestión universitaria).
Son muchos los recuerdos que en este momento me vienen a la memoria. Recuerdo su espíritu conciliador y su respeto a los demás que él fundamentaba, utilizando sus propias palabras, en “el respeto a las distintas sensibilidades e intereses y el saber apreciar la capacidad de cada persona en los distintos ámbitos”. Esta idea, que sintetizaba diciendo que “en la diversidad está la fortaleza” la tenía asumida de forma natural y el respeto no sólo se refería a la actividad profesional sino también a las creencias políticas o religiosas de los demás.
Nunca olvidaré cuando en el año 2000 tuve el privilegio de realizar junto con él una estancia en la Universidad de Holguín (Cuba) con objeto de impartir unas asignaturas de doctorado. Allí le oí por primera vez una frase que siempre se ha mantenido en mi memoria. “no evolucionar es empeorar”. Un lema que aplicó con destreza en todas sus tareas.
También recuerdo cuando públicamente afirmó, desde el respeto a los demás y con una enorme convicción, que “lo importante es la motivación intrínseca, es decir, el crecimiento personal de cada uno de nosotros, frente a la motivación extrínseca (los números e indicadores externos, los premios, etc.). Si se cuida lo importante, lo extrínseco vendrá por sí solo”. Una forma de afrontar la existencia a la que ha sido coherente a lo largo de toda su vida.
Como síntesis de su vida se puede afirmar que Julio fue un “hombre bueno” (“buena gente”, como decimos en Andalucía), y para los que tuvimos la suerte de conocerlo de cerca siempre fue un ejemplo de honradez, integridad, responsabilidad y empatía.
Aunque su muerte fuese para siempre, no es el final; nos quedan sus trabajos científicos que seguirán siendo leídos, su libro de texto que seguirá siendo estudiado y especialmente su ejemplo. Ha muerto un hombre bueno y honesto al que nunca olvidaremos, y perdurará en el tiempo el cariño hacía él de todos los que le hemos tratado.
Descanse en paz